No queda ni un plantón de cítricos por vender. Por segundo año consecutivo se han terminado las existencias en los viveros especializados que los producen, casi todos concentrados en el norte de la provincia de Castellón y el sur de Tarragona, entre Peñíscola y Alcanar. Por increíble que parezca, cuando la crisis se agudiza en la citricultura española, con precios para la fruta totalmente ruinosos, se incrementa la demanda de nuevos árboles y se agotan las disponibilidades.
El año pasado descendió notablemente la producción de plantones a poco más de 2,3 millones de unidades. La mayoría de los viveros oficiales venían atravesando una dura crisis, en paralelo con la de todo el sector naranjero, y se vieron obligados a destruir en temporadas anteriores buena parte de la producción de plantas que tenían porque se vio frenada la demanda. Lógico, porque si desaparece la rentabilidad de algo no hay ganas de producir más. Es la ley del mercado.
Pero ocurrió que, tras reducirse drásticamente la oferta de plantones, con el añadido de que algunos viveros se vieron obligados a cerrar, en 2010 se vendieron todas las plantas. Bueno, una cuestión de equilibrio, se pensó, porque en una actividad en la que hay más de 130 millones de árboles en producción tiene sentido que siempre se arranque y se replante algo, hay bajas que se reponen, etc. Al fin y al cabo, 2,3 millones de plantas suponen el 1,7% del total.
Pero este año ha vuelto a suceder, y antes que el pasado, y eso que la producción había aumentado, porque los viveros tendieron algo al alza en previsión de que la demanda creciera, como así ha ocurrido.
Hay tal fiebre compradora que todo el mundo está llamando al resto a ver si encuentra algo; quienes deseaban una variedad determinada se conformarían incluso con otra distinta y se repasan las cuentas de plantones disponibles, vendidos, comprometidos, arrancados y no arrancados, etc., para ver si queda algo por algún rincón.
Los representantes de los viveros repasan por todos lados la disponibilidad de algún resto de serie, algún 'pico' que pueda sobrar de una partida, tal vez algún centenar de plantas que le sobre de repente a un cliente, algún lote que quede vacante por renuncias o retrasos en permisos o transformaciones... Lo que sea con tal de conseguir plantones..., pero nada, no queda ni uno.
Al mismo tiempo, los viveros repasan los pedidos pendientes de sus clientes, los que no se han retirado todavía, para asegurarse de que los quieren de verdad, no sea que fueran a sobrar mientras hay otros en cola. Y para nuevos pedidos obligan a pagar un adelanto de un euro por planta, salvo que se trate de clientes fijos y de confianza, no sea que se vuelva a lo de antaño, cuando un agricultor igual pedía plantones en más de un vivero a la vez y, lógicamente, al final le sobraban a alguno y los tenía que destruir. Pérdidas que hoy no se pueden soportar, cuando todo está mucho más ajustado.
Fuente: Las Provincias
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