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13.01.2015   CONTROL DE HELADAS    827
"Efecto iglú" para proteger la fruta
De entrada cuesta un poco aceptarlo. Eso de que una helada se pueda combatir precisamente con hielo... Piensen, en todo caso, en el efecto "iglú". Los esquimales hacen sus casas con bloques de hielo que aíslan el interior de la mayor crudeza exterior. Fuera pueden estar a 40 bajo cero, pero dentro estarán a cero o cerca de cero.

Pues esto mismo es lo que sucede con el sistema "Control de heladas", diseñado y patentado por un agricultor valenciano, Carlos Arenes, de Carlet, que está extendiéndolo con éxito por medio mundo.

Días pasados, cuando sufrimos heladas en el campo valenciano, pudimos comprobar su funcionamiento en cítricos del propio Arenes. Y después hemos apreciado sus claros efectos. Los árboles, el follaje, y lo importante, la fruta (mandarina Nadorcott), en perfecto estado, completamente a salvo. Casi increíble para quien pudiera ver de pasada que horas antes estaba todo cubierto de hielo. Daba miedo, la verdad, pero era la forma de salvarlo. Y se salvó.Necesita poca inversión al usar la red básica de riego a goteo, sin presión adicional. La protección es segura si la "lluvia" empieza antes de helar y no para hasta derretirse el hielo.

Contra las heladas se han ensayado múltiples medios de calefacción, humo, aspersión de agua, torres con hélices que mueven el aire... Unos son demasiado caros, otros contaminan o tienen difícil manejo. La mayor eficacia, en general, está en los grandes ventiladores, que abarcan cuatro o cinco hectáreas y tienen más limitada su acción a las heladas de inversión térmica; no son válidos para las de advección, salvo que lleven incorporados inyectores de gas, y eso encarece más aún.


Sistema de Control de Heladas.

La aspersión puede llegar a multiplicar los daños por acumulación de hielo, aunque es la base sobre la que ha desarrollado Arenes su procedimiento. Se trata de cubrir todo el cultivo con una llovizna persistente que moje todas las partes de las plantas o árboles. Lo consigue con microaspersores situados en un marco de cinco metros que acaban cruzando sus gotas. Para no encarecer la inversión se utiliza la red básica del riego a goteo y no hace falta presión adicional de agua. Bastan dos atmósferas que aseguren 1,6 al final de parcela, la presión a la que abren los pulsadores, dispositivos que son el alma máter del sistema, lo que asegura la adecuada y uniforme dispersión del agua protectora.

Todo se basa en aprovechar el calor latente de las plantas y el suelo, evitando que se escape, y las calorías que cede el agua para pasar de líquido a sólido. Para ello es importante que la aspersión se ponga en marcha cuando las temperaturas en descenso lleguen a dos grados. Así, cuando la bajada llegue a cero, el agua que lo cubre todo empieza a congelarse, dejando una película de hielo alrededor de frutos y hojas.

A partir de ahí es importantísimo que no cese la "lluvia". El agua que va cayendo sobre el hielo que cubre hojas y frutos va resbalando al suelo. Ese hielo protector se mantiene a cero grados. Se aprecia su aspecto cristalino. Si se coge una naranja y se quita su cubierta, se ve que el fruto está como horas antes. Todo el mundo sabe que cuando hay una helada seria, la fruta acaba endureciéndose al helarse parte de su interior.

También es vital que no cese la aspersión hasta que se haya derretido todo el hielo. Si se parara antes podría haber serios problemas. El hielo que lo cubre todo crecería, bajaría mucho su temperatura y entonces sí que causaría graves pérdidas. Pero no tiene por qué pararse nada. Tampoco es importante el consumo de agua, porque es similar al del riego a goteo; por tanto, no hay encharcamientos, aunque la microaspersión permanezca diez horas en marcha, y el coste es ridículo en comparación con el beneficio. La inversión necesaria es moderada: alrededor de 400 euros por hanegada, y cabe que el propio agricultor adquiera los elementos y se los instale él mismo. Es sencillo.

Hay que tener en cuenta que si se dispone de caudal de pozo hay mayor ventaja, puesto que el agua del subsuelo suele estar a entre 15 y 18 grados de temperatura, mientras que la de una balsa, en días fríos puede haber bajado a 5 o 6.

También hay que tener presente que, una vez instalado este sistema, puede valer para rebajar altas temperaturas en verano, aportar lluvia artificial cuando se alargue la sequía, aplicar ciertos nutrientes, microelementos o fungicidas.

Fuente: lasprovincias.es


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