Mientras desde el plano político, dirigencial e institucional se debate si es viable la exigencia de viveros bajo cubierta, hay cuestiones técnicas que fundan la determinación en la prevención de una enfermedad que causa estragos a la producción en el mundo y, en particular, al vecino país de Brasil.

La enfermedad

El ingeniero agrónomo Germán Scattone, asesor de la Federación de Citrus de Entre Ríos (FeCiER), participó del congreso mundial citrícola donde el planteo de la enfermedad fue uno de los temas centrales y formó parte de los distintos viajes realizados a Brasil donde pudo comprobar los daños que ocasionó la misma. “La zona de mayor superficie productiva de Brasil es San Pablo. Hoy parte de la producción de citrus está pasando a ser caña de azúcar”, graficó el técnico sobre los alcances de la enfermedad.

“La diseminación de la enfermedad fue tan grande que no se pudo parar. Nosotros tenemos la posibilidad de partir con material sano”, apuntó el profesional. En ese sentido, aludió a las yemas y a las semillas con las que se hacen variedades y pie de injertos, las que deben estar controladas para evitar distintas enfermedades. “La bacteria del HLB se puede transmitir justamente a través de ese material que no tiene los controles y por el insecto vector que traslada la enfermedad de un organismo infectado a otro sano. El insecto está en la zona por lo menos desde hace 25 años atrás”, se explayó.

Por otra parte, hay 17 casos de HLB confirmados en Misiones, en plantas destinadas a uso doméstico, las que habrían ingresado al país por la frontera.
Una vez que la planta se infecta, hay un período que transcurre que no manifiesta el síntoma, de 3 a 4 años. Entre los síntomas se destaca “amarillamiento en la planta, la enfermedad se va focalizando en algunas ramas y la fruta, también mal alimentada, es amarga y deforme lo cual ni siquiera sirve para jugo, tal es el problema de Brasil. La planta sigue produciendo fruta sin valor comercial y termina muriendo con el tiempo”, acotó.

Invernáculos

Del total de los viveristas de la región, se estima que alrededor del 20 por ciento son tradicionales, mientras que el resto despliega la actividad de manera ocasional, compartiendo la misma con la producción citricota.

En muchos casos no se cumple con el sistema de control de certificación que realizan los laboratorios del INTA, asegurando la calidad de la planta. “No tenemos buen material de planta en la zona como para tener quintas con buena producción y sanidad adecuada”, apuntó Scattone. A esas medidas de certificación ahora se suma el control por el HLB. “El hecho de producir bajo cubierta aísla la producción de posibles infecciones del insecto, además de no obtener el material vegetativo a campo abierto. Bajo invernáculo, se acorta el período de producción de la planta”, explicó el ingeniero de la FeCiER.