La conducción de la firma está hoy a cargo de Claudio Lemesoff, que con orgullo remarca que “de aquellos 13 o 14 empleados que comenzaron con mi padre, muchos se están jubilando ahora conmigo”. En todo este tiempo, la primaria actividad de empacar fruta dio paso al agregado de valor a la producción citrícola, apostando al personal calificado y a la industrialización.

“Con gran parte de la gente de Concordia, mi papá y mi mamá tenían cierta vinculación con la citricultura” y si bien se dedicaban fundamentalmente a la venta de gas envasado en garrafas, “también tenían unas fincas y una máquinas viejas para el empaque de fruta”. De esa manera rememora Claudio Lemesoff los primeros pasos de un modesto emprendimiento, a exactamente 40 años de su aparición.

Los años de plomo de la década del 70 y la crisis económica eran un desaliento para cualquier estudiante universitario en la ciudad de La Plata y el comienzo de la dictadura militar de Videla terminó de convencer a Claudio de retornar a la tranquilidad de su ciudad natal, para ayudar a su padre en el empaque de fruta cítrica, tarea a la que luego se sumó su hermano Enrique.

Pasaron los años, “mi padre falleció y mi hermano ya no está en la empresa”, pero el sello de emprendimiento familiar está garantizado por los hijos de Claudio que se sumaron. Eso lo lleva a afirmar que “40 años de una empresa es para sentirse más viejo, o para valorar un montón de sueños que se concretan. Cada sueño es como un escalón más y así fue nuestro desarrollo”, reconociendo que “hemos pasado por situaciones complejas, con crisis recurrentes, pero la trajimos hasta acá”, señaló a Diario Río Uruguay.



Primeros pasos



En una primera etapa la empresa fue bautizada como “Enrique Lemesoff y Compañía”, con la que “dimos los primeros pasos, con un empaque de frutas muy pequeño apuntando al mercado interno, comprando frutas a terceros y aprendiendo cuestiones desde el oficio”.

Pero desde ese arranque apostaron “a producir con formas menos tradicionales, apuntando a la modernidad” y poniendo como meta “estar tecnológicamente a la vanguardia, siempre lo que más se pueda”. Aprendiendo que “éramos fruto de una vida transcurrida y que no había motivo para creérnosla cuando teníamos algún éxito”.

De esa manera atravesaron la economía de Martinez de Hoz y la dictadura militar, “hasta que con la llegada de la democracia pudimos comenzar a exportar frutas frescas, y también aparecieron los primeros créditos internacionales para poder industrializarnos”. El empréstito llegó de Italia “y tuvimos el coraje y la visión para tomarlo”, para que el empaque pasara a la categoría de pequeña industria.

El capital humano

Más allá de los logros y la consolidación económica de la empresa, Lemesoff destaca especialmente la importancia del capital humano. “Cuando empezamos éramos unos 14 o 15 en el galpón y algunos de ellos ahora se están jubilando junto conmigo”, subrayando con orgullo que “muchos de aquellos embaladores y peones, que eran muy jóvenes, fueron cambiado de oficio y siguieron todos los que se quisieron quedar”. Para formar parte de una planta de personal que hoy ronda los 130 operarios con relación directa. De ese total, casi un 20% son profesionales, otra de las apuestas de la empresa ECA, que supo aprovechar “que Concordia tiene universidades importantes y de prestigio, de donde salen licenciados, ingenieros y contadores”, que están siendo incorporados “pensando en la generación que viene, porque nosotros nos vamos poniendo viejos y ellos van a tener que hacerse cargo de los próximos 40 años, porque yo ya no”, dice sonriendo Lemesoff.

Independientemente del rubro, a los nuevos emprendedores el empresario recomienda jugarse por “el esfuerzo contaste a lo largo del tiempo, eso es lo que da sus frutos. Hay que apostar a una idea que enamore y guste”. Ese es el secreto para que “luego de 40 años te levantes y el trabajo que haces no te mortifique”, y asimilar que “une empresa es como una familia, y hay que aprender tanto de los momentos buenos y también de los malos”.

La experiencia Venezuela y el recuerdo de Pindapoy

ECA tiene el orgullo de esgrimir que sus exportaciones no se limitan a fruta o derivados, sino que también supo aprovechar el acuerdo de cooperación bilateral entre la República Argentina y la Venezuela gobernada entonces por Hugo Chávez. En ese marco montaron una fábrica procesadora de cítricos en el municipio Caripe del Guácharo, en el Estado de Monagas, en tierra venezolana.

“Esa experiencia nos permitió llevar al exterior nuestro conocimiento tecnológico, aprovechando que teníamos cierta capacidad técnica y la experiencia de nuestros profesionales, con lo que pudimos poner en marcha una fábrica que estaba abandonada y quebrada”.

Lemesoff recuerda que “nos tomamos eso como un desafió y también como unas vacaciones caribeñas, porque nos fuimos unos meses a trabajar allá”. Una experiencia “que nos sirvió para conocer otro pueblo, otra cultura y para marcar un hito. Porque son cosas que no son solo importante en lo económico, sino en lo anímico y en el prestigio para una autovaloración”.

Como contracara de ello, el gerente de ECA también rememora lo que significó para la región y la citricultura de Latinoamérica la empresa Pindapoy, una firma que era un verdadero emporio, “por ser la empresa más importante del rubro en Sudamérica, cuando Brasil estaba apenas desarrollándose y Pindapoy ya era una exportadora con múltiples mercados en todo el mundo”.

Claudio Lemesoff subraya que tuvo “el privilegio de ser amigo de Don Próspero Bovino, que me dio muchos consejos y apoyo cuando tome la decisión de lanzar ECA”, admitiendo que el fundador de Pindapoy “era una persona con una gran capacidad y una tenacidad impresionante”.

Ya finalizando la charla, el gerente de ECA remarcó que esta firma que cumple 40 años tiene profundas raíces en la ciudad de Concordia y la región, “somos productores citrícolas de una localidad y si bien nos profesionalizamos, nunca nos movimos de nuestro lugar inicial”, al extremo que “ni siquiera tenemos una oficina en ningún otro sitio (como podría ser Buenos Aires), solo tenemos un maletín con el que viajamos y llevamos nuestro trabajo para mostrar”.