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21.08.2014       620
Cítricos dominicanos en seria encrucijada
Cuando la producción de cítricos en la República Dominicana, particularmente la naranja, ya ha superado las pruebas de la demanda y de la competitividad, surge una enfermedad catastrófica de esta especie llamada Huanlongbing (HLB) o “Enverdecimiento”, con potencial de reducir la oferta de manera apreciable y continua, que podría barrer la citricultura del país, si la malignidad no logra detenerse.

No es alarma infundada. La enfermedad es una pandemia diseminada en muchos países citrícolas, que en el 2008 se detectó en lugares restringidos del norte del país y ya está presente en las grandes áreas de producción de citrícos, por lo que la situación debe enfrentarse con toda la seriedad y energía que demanda una industria que genera cerca de RD$1,400 millones, incluyendo mercados externos, que emplea más de 30, 000 trabajadores, y con un gran aporte en contra del calentamiento global de la tierra al cubrir unas 376, 000 de terreno con más de 6.5 millones de plantas de gran armazón vegetativo.

No hay restricciones de consideración para la exportación de frutas de lugares donde existe la enfermedad, por lo que minimizar la gravedad del problema no es aconsejable, ya que podría inducir a muchos productores y al sector público a bajar la atención en un asunto que es de emergencia nacional.

¿Qué hace de esta enfermedad una enemiga tan temible? El HLB es provocado por la bacteria Candidatus liberibacter spp, originada en Asia, que ataca naranjas, toronjas y todas las especies del género Citrus y otros géneros y especies de la familia Rutácea. Al ser infectadas las hojas de las plantas, incluyendo las nervaduras, se tornan amarillas, los frutos se deforman y se secan por dentro y aunque la planta no muera la producción es inservible. Los síntomas visibles y sus efectos pueden manifestarse en un período de tres meses hasta los 5 años después de estar infectadas, dependiendo de muchas circunstancias. La mala noticia es que hasta ahora, la enfermedad no se cura.

Pero hay más malas noticias. Aunque la enfermedad puede trasladarse a una plantación sana al plantar una mata que se haya injertado con yemas infectadas del HLB, el sistema más efectivo de propagación de la malignidad lo tiene un vector llamado Diaphorina citri, un insecto de 3-4 milímetros semejante a una “esperancita o chicharra”, que después de extraer la savia de una planta enferma lleva el inóculo de la enfermedad hasta una planta sana, al picar sus hojas, parecido a lo que hace el mosquito Aedes aegypti en el virus del dengue de los humanos. La situación se complica más porque varias plantas ornamentales de patio como el azahar de jardín, o mirto (Murraya paniculata) y otras plantas menores de la familia Rutácea son hospederas favoritas del insecto.

¿Qué se está haciendo en el país? Al tratarse de una pandemia mundial, la República Dominicana ha logrado apoyarse en los programas de la Organización Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA), en los programas de investigación y extensión de la Universidad de la Florida, del Fondo para la Defensa de la Citricultura (Fundecitrus), de Brasil, y otros para capacitar profesionales de los sectores público y privado. Hay constancia de que tenemos personal comprometido y capacitado con el combate de la enfermedad, que han formado un Comité Coordinador, ampliado con otros representantes, para hacer más eficientes las acciones. Ese comité y otras instancias han adoptado las estrategias básicas que se recomiendan para enfrentar la enfermedad, que pueden resumirse así: a). Diagnóstico de la enfermedad y erradicación de las plantas infectadas, b). Disminución, y mejor eliminación del insecto vector, y c). Reponer las plantaciones con plantas injertadas con yemas certificadas, libres de HLB y de otras enfermedades que afectan la producción, principalmente tristeza y psorosis.

Hasta ahora se ejecutan las dos primeras estrategias de manera parcial y con resultados desiguales, lo que es otra área de preocupación por lo siguiente: El diagnóstico de la enfermedad para evaluar el avance geográfico de la misma corresponde principalmente al Ministerio de Agricultura, mientras que el diagnóstico a nivel de finca para ver cuáles plantas en una plantación están infectadas, y la dolorosa decisión de si las erradican o no, están a cargo y discreción del productor-propietario de la finca. Es decir, no hay ninguna disposición pública que los obligue a eliminar las plantas, por lo que el foco de infección podría permanecer peligrosamente activo por mucho tiempo.

La estrategia para combatir el insecto transmisor, que en términos prácticos es la mejor prevención del HLB, es también complicada, ya que supone una campaña bien organizada, sistemática, y en parte financiada por el Estado para alcanzar a pequeños productores, condiciones que exigen responsabilidad y seriedad en las acciones.

Hasta ahora he quedado impresionado con el trabajo corajudo y organizado que ha emprendido el Consorcio de Cítricos del Este, en Hato Mayor. Juanito y Ricardo Barceló, apoyados en profesionales sobresalientes liderados por el Dr. Humberto Puello, han establecido un efectivo sistema de diagnóstico y monitoreo del HLB, y un programa de aspersiones regulares de insecticidas contra la Diaphorina citri que les ha permitido bajar drásticamente la población de este insecto. Claro, el actuar con contundencia le costó el año pasado RD$35 millones, con un incremento del 30% en el costo de producción. A esto se agrega la eliminación de más de 31,000 plantas enfermas, algunas todavía productivas, para reducir la potencialidad de nuevas infecciones.

Las áreas dejadas por la erradicación las han ocupado temporalmente con chinola y cereza.

Este saneamiento traumático podría llevar a los Barceló a tener que reemplazar gran parte o todo del más de un millón de plantas que tienen si la enfermedad se extiende, confiando en que pronto estarán disponibles en el exterior yemas o plantas certificadas libres del HLB, y otras enfermedades. El éxito del programa está también condicionado a que productores grandes como Cítricos Dominicanos prosigan sus programas, y sobre todo que Agricultura emprenda una campaña más amplia y sostenida de la que han patrocinado hasta ahora para apoyar a los pequeños productores a controlar el insecto.

Queda como esperanza los múltiples programas de investigación que se emprenden en el exterior para combatir la enfermedad o el insecto con métodos no tradicionales. Y quedan cómo tareas pendientes la necesidad de erradicar plantas hospederas, la organización de un programa de certificación de yemas y plantas. Por lo demás, encuentro muy débiles las actividades de divulgación de esta enfermedad, y creo que si no se promueve una colaboración más amplia de los sectores público y privado, todos los esfuerzos que hemos hecho para desarrollar la citricultura criolla se desintegrarán.


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