Y es que “no hay nada comparable en todo el mundo” a este avance, tal y como destaca el investigador del departamento de Genómica del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), Javier Terol. Aunque en otros lugares del planeta, como en Francia (Genoscope), EE.UU. (Joint Genome Institute), Italia (Instituto de Tecnología Aplicada) y otros países como Brasil y China, también se trabaja en este aspecto, el proyecto valenciano “es puntero y referencia mundial por la cantidad de información”, resalta Terol.

No en vano, una vez secuenciado el genoma de la Clemenules, que se estableció en su día como el patrón base, se ha logrado descifrar el ADN de más de 160 variedades comerciales de cítricos. Esto tiene una importancia capital porque, además de establecer de forma inequívoca las características de estas variedades (de forma que se puede conocer, por ejemplo, si se ha robado una o si la que se vendió al agricultor no es en realidad la que este compró), permite que, de cara a establecer cruces para mejorar las variedades actuales, se pueda adelantar en el laboratorio el trabajo que actualmente se lleva a cabo en el campo... y que tarda, como mínimo, tres años en conocerse.

Variedad estrella

En este sentido, cobra importancia la elección de la Clemenules como el patrón a partir del cual se trabajó. El propio Terol señala que es la variedad “más comercial y la más importante que tenemos” en la Comunitat Valenciana. Por eso se eligió, ya que con el proyecto, que se ha llevado a cabo en el territorio autonómico, se buscan avances que sean especialmente válidos en las provincias valencianas. No en vano, “las empresas están interesadas en generar resultados aplicables”, apunta Javier Terol. Y es que las firmas, y su colaboración con la Administración, conforman uno de los pilares en los cuales descansa Citrusgenn.

Entre ellas está el ICCSA, que recibe toda su financiación de 18 firmas citrícolas castellonenses. Su director técnico, Juan Carlos Claramonte, señala que, en un futuro cercano, “se podrán hacer cruces intencionados para mejorar las variedades”. El propio proyecto, en su página web, destaca que los objetivos van enfocados a ampliar las campañas, encontrar árboles más resistentes a las plagas y la sequía, lograr fruta más dulce y sabrosa y que tenga una mejor conservación poscosecha y, finalmente, que de ella resulte una mejor comercialización.

Fundamentalmente, además de abrir nuevos campos de experimentación, el avance supone una mejora en los tiempos, actualmente muy limitados. Ahora, para lograr cruces con un determinado objetivo, se trabaja mediante la experimentación en el campo. Pero los injertos tardan al menos tres años en dar sus frutos y así conocer las características de la nueva variedad. Con la secuenciación del genoma, antes de realizar los cruces ya se “seleccionan las características que te interesan sin tener que esperar a la experimentación en el campo”, indica Terol, de forma que el resultado final sea lo más ajustado posible al objetivo esperado. Además, el abanico de las pruebas se reduce considerablemente.

El presidente de Asociex, Jorge García, aplaude el “adelanto en el tiempo” logrado, aunque este “es un proceso a largo plazo”. También lo apunta así Terol, quien no esconde que para realizar los cruces harán falta varios años, por lo que “ya estamos pensando en renovar el proyecto, que acaba este mismo año”.

Citrusgenn nació de otro proyecto anterior, internacional y tiene otras ramas, como Citruseq, que se inició en el 2009 y del que Mediterráneo ya avanzó en una información hace ahora dos años. El presupuesto global ronda los cinco millones de euros.

Fuente: Elperiodicomediterraneo.com